(Traducción por Oscar Escobar)
Por John Dryzek –
Jan 7, 2015
Blog British
Politics and Policy de la Escuela de Economía de Londres
Fuente:
INSTITUTIONS NEED TO RADICALLY CHANGE FOR THE ANTHROPOCENE EPOCH
Hemos entrado en la
era del Antropoceno, con la actividad humana que ahora amenaza cambiar los
parámetros del sistema terrestre en sí mismo. Las instituciones sociales y políticas
actuales pueden no estar a la altura de las exigencias de esta era emergente,
escribe John Dryzek. Él sostiene que
debemos pensar en términos de sistemas socio-ecológicos, y no tratar a las
instituciones como si el mundo ecológico no existe.
La época del Holoceno
de los últimos 10.000 años aproximadamente se define por la estabilidad
altamente inusual en el sistema de la Tierra. En particular, el clima muestra poca
variabilidad en comparación con el Pleistoceno tardío. El Holoceno está dando paso al Antropoceno, en
el que la influencia humana introduce inestabilidad en el sistema terrestre a
un grado sin precedente en la historia humana - pero común en las escalas de
tiempo geológico. Como sostengo en un reciente artículo, las instituciones como
los Estados, los mercados capitalistas, y las organizaciones internacionales
que se desarrollaron en las condiciones estables del Holoceno necesitan cambiar
radicalmente como consecuencia, en una dirección más co-evolutiva, deliberativa,
y de alternativas auto-transformadoras.
La transición ha
ido tomando velocidad durante algún tiempo. Aunque, por supuesto los impactos humanos
duraderos sobre el medio ambiente han estado alrededor por cientos, si no es
que miles de años, el despegue de la actividad económica agregada y los
impactos ecológicos asociados desde la década de 1950 es el verdadero gatillo de
la transición. El Antropoceno es
diferente porque la actividad humana amenaza con cambiar los parámetros del
sistema terrestre en sí mismos. La
posibilidad surge de los puntos de inflexión y los consiguientes cambios catastróficos
de estado en el sistema de la Tierra (por ejemplo, a un mundo radicalmente más
cálido).
Las consecuencias
para las instituciones humanas son profundas, porque como lo señala mi colega
australiano Will Steffen, el Holoceno representa la única condición del sistema
terrestre que conocemos que puede soportar el tipo de sociedades a las que
estamos acostumbrados. Entonces, ¿qué
pasa si el Holoceno va de salida? Las instituciones
políticas del Holoceno pueden no estar a la altura de las exigencias del
Antropoceno. Las instituciones como los
estados y las organizaciones internacionales tuvieron grandes problemas para
responder a los retos medioambientales en el Holoceno. Ahora se les requiere hacer mucho más.
John Rawls, el principal
teórico político del Holoceno tardío, afirmó que "la justicia es la
primera virtud de las instituciones sociales”, y la mayoría de sus lectores estuvieron
de acuerdo. En el Antropoceno, eso ya no
es sostenible. Para empezar, debemos
pensar en términos de sistemas socio-ecológicos - no tratar a las instituciones
sociales, como si el mundo ecológico no existe. La justicia social todavía puede importar - pero
las instituciones humanas necesitan desarrollar una capacidad para cuestionar lo
que los valores fundamentales como la justicia deben significar. La justicia tiene que ser ecológica tanto como
social. El Antropoceno también significa
que tenemos que repensar nuestro vocabulario ambiental. Palabras como la
conservación, preservación y restauración implican que hay un estado fijo de un
sistema que puede servir de base para la acción. En el Antropoceno, los sistemas son mucho más
dinámicos; el objetivo siempre está en movimiento.
Hay algunas
personas que quieren poner el Antropoceno en esteroides afirmando el control
humano sobre estos cambios - aquí estoy pensando en aquellos que creen que
podemos hacer geoingeniería del
sistema climático, por ejemplo, mediante la construcción de máquinas para
inyectar aerosoles y partículas en la atmosfera superior para ayudar a bloquear
la luz solar. Además de los riesgos e incertidumbres
asociados con este tipo de tecnologías, demandarían instituciones de gobernanza
a escala global y de longevidad de clase sin precedentes en la historia humana.
Comprometerse a la geoingeniería
significa que no hay vuelta atrás, las máquinas nunca podrían ser apagadas, las
instituciones de gobernanza tendrían que durar para siempre, nunca se podría permitir
que la democracia las desafíe. Es más
productivo pensar en términos de la co-evolución de los sistemas humanos y los
sistemas ecológicos; para que trabajen con los sistemas no-humanos, en lugar de
sobre ellos.
El problema con
las instituciones existentes es que se desarrollaron en un tipo de mundo muy
diferente. Están sujetas a todo tipo de dependencias de trayectoria, y son
bastante capaces de generar retroalimentación que refuerce su propia necesidad.
Así que las instituciones globales de finanzas
se han colocado con éxito a sí mismas como "demasiado grandes para
fracasar". Las instituciones de la
gobernanza ambiental a nivel mundial no han logrado producir un tratado global
completo sobre ninguna cosa desde el Protocolo de Montreal para la protección
de la capa de ozono en 1987 - pero esa aspiración sigue siendo el foco de los
esfuerzos de la mayoría de los agentes más interesados, ya sean los gobiernos o
las ONGs medioambientales.
Lo opuesto a la
dependencia de la trayectoria es la reflexividad, la capacidad de una
estructura o proceso o conjunto de ideas para cambiar a luz de la reflexión
sobre su propio desempeño; ser algo diferente en lugar de sólo hacer algo
diferente. Sin embargo la reflexividad
como generalmente se conceptualiza en no
reconoce la influencia activa del sistema de la Tierra en sí misma. Así que la reflexividad ecológica o eco-sistémica
también implicaría escuchar a las señales de los sistemas ecológicos,
reconociendo esos sistemas como jugadores activos, junto con la previsión y la
capacidad de anticipar los puntos de inflexión y los cambios de estado. Si esperamos a que suceda ese cambio de estado ya será demasiado tarde. Actualmente
este tipo de alertas tempranas como las que proveen (por ejemplo) la ciencia
del clima no va bien en nuestras instituciones dominantes; se requiere con
urgencia una capacidad deliberativa más eficaz para procesar dichas
advertencias.
La reflexividad ecosistémica
sugiere una sociedad inquisitiva de individuos autónomos capaces de elaborar
conjuntamente un camino de desarrollo. No
sugiere que el Antropoceno es algo que se puede manejar jerárquicamente (por
ejemplo, mediante fuertes instituciones centralizadas de gobierno global). Una respuesta más eficaz sería prever una
democracia ecológica y deliberativa en evolución. Tomar en serio el Antropoceno
significa una institucionalidad en evolución uniendo la teoría y la práctica, yendo
más allá de las instituciones dependientes de la trayectoria existentes que hasta
el momento caen por debajo de los requisitos de esta época emergente.
Para más información, vea el artículo más largo de
John Dryzek en el British Journal of
Political Science,
"Instituciones
para el Antropoceno: Gobernanza en un sistema terrestre en evolución"
Nota: Este
artículo da las opiniones del autor, y no la posición del blog British Politics and Policy, ni de la Escuela
de Economía de Londres. Por favor lea
nuestra política de comentarios antes de publicar. Crédito de la imagen: Fabio
Venni CC BY-SA 2.0
Sobre el autor
John Dryzek es
Docente Laureado del Consejo Australiano de Investigación y Profesor Centenario
en el Centro para la Democracia Deliberativa y la Gobernanza Global de la
Universidad de Canberra, Australia. Sus
libros más recientes incluyen Climate-Challenged Society [La Sociedad con Deficiencias Climáticas] (con Richard B. Norgaard
y David Schlosberg, Oxford University Press, 2013) y Democratizing Global
Climate Gobernance [Democratización de la Gobernanza Climática Global] (con
Hayley Stevenson, Cambridge University Press, 2014).
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