Wednesday, June 24, 2015

La Encíclica LAUDATO SI': Un edificante llamado a la acción sobre el clima, el medio ambiente y la justicia social con el debido respeto por la ciencia, la tecnología y la educación. Relevante a la geoingeniería climática




205. Sin embargo, no todo está perdido, porque los seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, también pueden sobreponerse, volver a optar por el bien… 
Este documento es uno de los más personalmente edificantes que he tenido el privilegio de leer.


102 ...“La modificación de la naturaleza con fines útiles es una característica de la humanidad desde sus inicios, y así la técnica « expresa la tensión del ánimo humano hacia la superación gradual de ciertos condicionamientos materiales ». [82]”

   
El Laudato Si 'no se refiere directamente a los estudios de geoingeniería, AKA ingeniería climática o "intervención climática”. Los conceptos filosóficos y científicos son devastadoramente matizados y muy legibles para los profanos en la ciencia y filosofía como lo soy yo. Aboga por el reconocimiento de la capacidad del hombre para alterar los sistemas de tierra, incluyendo el clima, tanto en formas no intencionales como intencionalmente. (La geoingeniería puede ser incluida en esta última).

4 ...« los progresos científicos más extraordinarios, las proezas técnicas más sorprendentes, el crecimiento económico más prodigioso, si no van acompañados por un auténtico progreso social y moral, se vuelven en definitiva contra el hombre ».[3]


El mensaje en la Encíclica con bastante apoyo a la ciencia y a la tecnología se exulta de las proezas del hombre en la ciencia y la tecnología como “«un maravilloso producto de la creatividad humana donada por Dios ».81”. Pero es una destreza que debe ser atemperada por el respeto y la precaución dada la accidentada historia del hombre en el uso de tecnologías poderosas.

14 ... "Las actitudes que obstruyen los caminos de solución, aun entre los creyentes, van de la negación del problema a la indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas. Necesitamos una solidaridad universal nueva. Como dijeron los Obispos de Sudáfrica, « se necesitan los talentos y la implicación de todos para reparar el daño causado por el abuso humano a la creación de Dios ».22 Todos podemos colaborar como instrumentos de Dios para el cuidado de la creación, cada uno desde su cultura, su experiencia, sus iniciativas y sus capacidades."

Mi opinión personal es que al no condenar, ni apoyar directamente a la geoingeniería, queda la puerta abierta para que haya más adquisición de conocimientos, pero dentro de ciertos límites. Esto también puede dar flexibilidad al Vaticano en un debate que es muy complejo. Creo que esto podría ser bueno, no necesariamente para el avance de la ciencia en sí misma, sino para obtener una comprensión más profunda de los impactos de la humanidad en el clima y el medio ambiente y de las capacidades técnicas modernas, tanto las deseadas y como las no deseadas.


 De enorme importancia: el apoyo a las alternativas renovables a la energía de combustibles fósiles.


Y para equilibrar aún más su apoyo a la ciencia y la tecnología, la Laudato Si' es muy crítica de la tecnocracia, del 'antropocentrismo', el consumismo y el 'Eco-modernismo’.


Algunas reacciones pintarían esta encíclica como 'pesimista' y otras como 'apocalíptica' (Yo estaría de acuerdo con esto último sólo si se entiende como 'reveladora').



Describo la Laudato Si’ como edificante, porque mientras no rehúye del reconocimiento de la responsabilidad que la humanidad tiene sobre las crisis ambientales en curso y la propensión del hombre por la arrogancia y la explotación, la totalidad del documento encarna un mensaje de esperanza, de que ‘nosotros’ podemos superar esas mismas propensiones cuando se nos da la oportunidad de tomar decisiones educadas, guiados por un código moral fuerte. ¡Sí! Un mensaje edificante, especialmente en momentos en que toda la evidencia –en las crisis- parece apuntar a lo contrario.




La Encyclica completa en Español:

CARTA ENCÍCLICA
LAUDATO SI’
DEL SANTO PADRE FRANCISCO
SOBRE EL CUIDADO DE LA CASA COMÚN



The complete Laudato Si’ can be found here:

ENCYCLICAL LETTER
LAUDATO SI’
OF THE HOLY FATHER FRANCIS
ON CARE FOR OUR COMMON HOME


Un extracto:

CAPÍTULO TERCERO
RAÍZ HUMANA DE LA CRISIS ECOLÓGICA

101. No nos servirá describir los síntomas, si no reconocemos la raíz humana de la crisis ecológica. Hay un modo de entender la vida y la acción humana que se ha desviado y que contradice la realidad hasta dañarla. ¿Por qué no podemos detenernos a pensarlo? En esta reflexión propongo que nos concentremos en el paradigma tecnocrático dominante y en el lugar del ser humano y de su acción en el mundo.
i. La tecnología: Creatividad y Poder
102. La humanidad ha ingresado en una nueva era en la que el poderío tecnológico nos pone en una encrucijada. Somos los herederos de dos siglos de enormes olas de cambio: el motor a vapor, el ferrocarril, el telégrafo, la electricidad, el automóvil, el avión, las industrias químicas, la medicina moderna, la informática y, más recientemente, la revolución digital, la robótica, las biotecnologías y las nanotecnologías. Es justo alegrarse ante estos avances, y entusiasmarse frente a las amplias posibilidades que nos abren estas constantes novedades, porque « la ciencia y la tecnología son un maravilloso producto de la creatividad humana donada por Dios ».81 La modificación de la naturaleza con fines útiles es una característica de la humanidad desde sus inicios, y así la técnica « expresa la tensión del ánimo humano hacia la superación gradual de ciertos condicionamientos materiales ».82 La tecnología ha remediado innumerables males que dañaban y limitaban al ser humano. No podemos dejar de valorar y de agradecer el progreso técnico, especialmente en la medicina, la ingeniería y las comunicaciones. ¿Y cómo no reconocer todos los esfuerzos de muchos científicos y técnicos, que han aportado alternativas para un desarrollo sostenible?
103. La tecnociencia bien orientada no sólo puede producir cosas realmente valiosas para mejorar la calidad de vida del ser humano, desde objetos domésticos útiles hasta grandes medios de transporte, puentes, edificios, lugares públicos. También es capaz de producir lo bello y de hacer « saltar » al ser humano inmerso en el mundo material al ámbito de la belleza. ¿Se puede negar la belleza de un avión, o de algunos rascacielos? Hay preciosas obras pictóricas y musicales logradas con la utilización de nuevos instrumentos técnicos. Así, en la intención de belleza del productor técnico y en el contemplador de tal belleza, se da el salto a una cierta plenitud propiamente humana.
104. Pero no podemos ignorar que la energía nuclear, la biotecnología, la informática, el conocimiento de nuestro propio ADN y otras capacidades que hemos adquirido nos dan un tremendo poder. Mejor dicho, dan a quienes tienen el conocimiento, y sobre todo el poder económico para utilizarlo, un dominio impresionante sobre el conjunto de la humanidad y del mundo entero. Nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada garantiza que vaya a utilizarlo bien, sobre todo si se considera el modo como lo está haciendo. Basta recordar las bombas atómicas lanzadas en pleno siglo XX, como el gran despliegue tecnológico ostentado por el nazismo, por el comunismo y por otros regímenes totalitarios al servicio de la matanza de millones de personas, sin olvidar que hoy la guerra posee un instrumental cada vez más mortífero. ¿En manos de quiénes está y puede llegar a estar tanto poder? Es tremendamente riesgoso que resida en una pequeña parte de la humanidad.
105. Se tiende a creer « que todo incremento del poder constituye sin más un progreso, un aumento de seguridad, de utilidad, de bienestar, de energía vital, de plenitud de los valores »,83 como si la realidad, el bien y la verdad brotaran espontáneamente del mismo poder tecnológico y económico. El hecho es que « el hombre moderno no está preparado para utilizar el poder con acierto »,84 porque el inmenso crecimiento tecnológico no estuvo acompañado de un desarrollo del ser humano en responsabilidad, valores, conciencia. Cada época tiende a desarrollar una escasa autoconciencia de sus proprios límites. Por eso es posible que hoy la humanidad no advierta la seriedad de los desafíos que se presentan, y « la posibilidad de que el hombre utilice mal el poder crece constantemente » cuando no está « sometido a norma alguna reguladora de la libertad, sino únicamente a los supuestos imperativos de la utilidad y de la seguridad ».85 El ser humano no es plenamente autónomo. Su libertad se enferma cuando se entrega a las fuerzas ciegas del inconsciente, de las necesidades inmediatas, del egoísmo, de la violencia. En ese sentido, está desnudo y expuesto frente a su propio poder, que sigue creciendo, sin tener los elementos para controlarlo. Puede disponer de mecanismos superficiales, pero podemos sostener que le falta una ética sólida, una cultura y una espiritualidad que realmente lo limiten y lo contengan en una lúcida abnegación.
ii. Globalización del paradigma tecnocrático
106. El problema fundamental es otro más profundo todavía: el modo como la humanidad de hecho ha asumido la tecnología y su desarrollo junto con un paradigma homogéneo y unidimensional. En él se destaca un concepto del sujeto que progresivamente, en el proceso lógico-racional, abarca y así posee el objeto que se halla afuera. Ese sujeto se despliega en el establecimiento del método científico con su experimentación, que ya es explícitamente técnica de posesión, dominio y transformación. Es como si el sujeto se hallara frente a lo informe totalmente disponible para su manipulación. La intervención humana en la naturaleza siempre ha acontecido, pero durante mucho tiempo tuvo la característica de acompañar, de plegarse a las posibilidades que ofrecen las cosas mismas. Se trataba de recibir lo que la realidad natural de suyo permite, como tendiendo la mano. En cambio ahora lo que interesa es extraer todo lo posible de las cosas por la imposición de la mano humana, que tiende a ignorar u olvidar la realidad misma de lo que tiene delante. Por eso, el ser humano y las cosas han dejado de tenderse amigablemente la mano para pasar a estar enfrentados. De aquí se pasa fácilmente a la idea de un crecimiento infinito o ilimitado, que ha entusiasmado tanto a economistas, financistas y tecnólogos. Supone la mentira de la disponibilidad infinita de los bienes del planeta, que lleva a « estrujarlo » hasta el límite y más allá del límite.
Es el presupuesto falso de que « existe una cantidad ilimitada de energía y de recursos utilizables, que su regeneración inmediata es posible y que los efectos negativos de las manipulaciones de la naturaleza pueden ser fácilmente absorbidos ».86
107. Podemos decir entonces que, en el origen de muchas dificultades del mundo actual, está ante todo la tendencia, no siempre consciente, a constituir la metodología y los objetivos de la tecnociencia en un paradigma de comprensión que condiciona la vida de las personas y el funcionamiento de la sociedad. Los efectos de la aplicación de este molde a toda la realidad, humana y social, se constatan en la degradación del ambiente, pero este es solamente un signo del reduccionismo que afecta a la vida humana y a la sociedad en todas sus dimensiones. Hay que reconocer que los objetos producto de la técnica no son neutros, porque crean un entramado que termina condicionando los estilos de vida y orientan las posibilidades sociales en la línea de los intereses de determinados grupos de poder. Ciertas elecciones, que parecen puramente instrumentales, en realidad son elecciones acerca de la vida social que se quiere desarrollar.
108. No puede pensarse que sea posible sostener otro paradigma cultural y servirse de la técnica como de un mero instrumento, porque hoy el paradigma tecnocrático se ha vuelto tan dominante que es muy difícil prescindir de sus recursos, y más difícil todavía es utilizarlos sin ser dominados por su lógica. Se volvió contracultural elegir un estilo de vida con objetivos que puedan ser al menos en parte independientes de la técnica, de sus costos y de su poder globalizador y masificador. De hecho, la técnica tiene una inclinación a buscar que nada quede fuera de su férrea lógica, y « el hombre que posee la técnica sabe que, en el fondo, esta no se dirige ni a la utilidad ni al bienestar, sino al dominio; el dominio, en el sentido más extremo de la palabra ».87 Por eso « intenta controlar tanto los elementos de la naturaleza como los de la existencia humana ».88 La capacidad de decisión, la libertad más genuina y el espacio para la creatividad alternativa de los individuos se ven reducidos.
109. El paradigma tecnocrático también tiende a ejercer su dominio sobre la economía y la política. La economía asume todo desarrollo tecnológico en función del rédito, sin prestar atención a eventuales consecuencias negativas para el ser humano. Las finanzas ahogan a la economía real. No se aprendieron las lecciones de la crisis finan- ciera mundial y con mucha lentitud se aprenden las lecciones del deterioro ambiental. En algunos círculos se sostiene que la economía actual y la tecnología resolverán todos los problemas am- bientales, del mismo modo que se afirma, con lenguajes no académicos, que los problemas del hambre y la miseria en el mundo simplemente se resolverán con el crecimiento del mercado. No es una cuestión de teorías económicas, que qui- zás nadie se atreve hoy a defender, sino de su instalación en el desarrollo fáctico de la economía. Quienes no lo afirman con palabras lo sostienen con los hechos, cuando no parece preocuparles una justa dimensión de la producción, una mejor distribución de la riqueza, un cuidado responsable del ambiente o los derechos de las generaciones futuras. Con sus comportamientos expresan que el objetivo de maximizar los beneficios es suficiente. Pero el mercado por sí mismo no garantiza el desarrollo humano integral y la inclusión social.89 Mientras tanto, tenemos un « superdesarrollo derrochador y consumista, que contrasta de modo inaceptable con situaciones persistentes de miseria deshumanizadora »,90 y no se elaboran con suficiente celeridad instituciones económicas y cauces sociales que permitan a los más pobres acceder de manera regular a los recursos básicos. No se termina de advertir cuáles son las raíces más profundas de los actuales desajustes, que tienen que ver con la orientación, los fines, el sentido y el contexto social del crecimiento tecnológico y económico.
110. La especialización propia de la tecnología implica una gran dificultad para mirar el conjunto. La fragmentación de los saberes cumple su función a la hora de lograr aplicaciones concretas, pero suele llevar a perder el sentido de la totalidad, de las relaciones que existen entre las cosas, del horizonte amplio, que se vuelve irrelevante. Esto mismo impide encontrar caminos adecuados para resolver los problemas más complejos del mundo actual, sobre todo del ambiente y de los pobres, que no se pueden abordar desde una sola mirada o desde un solo tipo de intereses. Una ciencia que pretenda ofrecer soluciones a los grandes asuntos, necesariamente debería sumar todo lo que ha generado el conocimiento en las demás áreas del saber, incluyendo la filosofía y la ética social. Pero este es un hábito difícil de desarrollar hoy. Por eso tampoco pueden reconocerse verdaderos horizontes éticos de referencia. La vida pasa a ser un abandonarse a las circunstancias condicionadas por la técnica, entendida como el principal recurso para interpretar la existencia. En la realidad concreta que nos interpela, aparecen diversos síntomas que muestran el error, como la degradación del ambiente, la angustia, la pérdida del sentido de la vida y de la convivencia. Así se muestra una vez más que « la realidad es superior a la idea ».91
111. La cultura ecológica no se puede reducir a una serie de respuestas urgentes y parciales a los problemas que van apareciendo en torno a la degradación del ambiente, al agotamiento de las reservas naturales y a la contaminación. Debería ser una mirada distinta, un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad que conformen una resistencia ante el avance del paradigma tecnocrático. De otro modo, aun las mejores iniciativas ecologistas pueden terminar encerradas en la misma lógica globalizada. Buscar sólo un remedio técnico a cada problema ambiental que surja es aislar cosas que en la realidad están entrelazadas y esconder los verdaderos y más profundos problemas del sistema mundial.
112. Sin embargo, es posible volver a ampliar la mirada, y la libertad humana es capaz de limitar la técnica, orientarla y colocarla al servicio de otro tipo de progreso más sano, más humano, más social, más integral. La liberación del paradigma tecnocrático reinante se produce de hecho en algunas ocasiones. Por ejemplo, cuando comunidades de pequeños productores optan por sistemas de producción menos contaminantes, sosteniendo un modelo de vida, de gozo y de convivencia no consumista. O cuando la técnica se orienta prioritariamente a resolver los problemas concretos de los demás, con la pasión de ayudar a otros a vivir con más dignidad y menos sufrimiento. También cuando la intención creadora de lo bello y su contemplación logran superar el poder objetivante en una suerte de salvación que acontece en lo bello y en la persona que lo contempla. La auténtica humanidad, que invita a una nueva síntesis, parece habitar en medio de la civilización tecnológica, casi imperceptiblemente, como la niebla que se filtra bajo la puerta cerrada. ¿Será una promesa permanente, a pesar de todo, brotando como una empecinada resistencia de lo auténtico?
113. Por otra parte, la gente ya no parece creer en un futuro feliz, no confía ciegamente en un mañana mejor a partir de las condiciones actuales del mundo y de las capacidades técnicas. Toma conciencia de que el avance de la ciencia y de la técnica no equivale al avance de la humanidad y de la historia, y vislumbra que son otros los caminos fundamentales para un futuro feliz. No obstante, tampoco se imagina renunciando a las posibilidades que ofrece la tecnología. La humanidad se ha modificado profundamente, y la sumatoria de constantes novedades consagra una fugacidad que nos arrastra por la superficie, en una única dirección. Se hace difícil detenernos para recuperar la profundidad de la vida. Si la arquitectura refleja el espíritu de una época, las megaestructuras y las casas en serie expresan el espíritu de la técnica globalizada, donde la permanente novedad de los productos se une a un pesado aburrimiento. No nos resignemos a ello y no renunciemos a preguntarnos por los fines y por el sentido de todo. De otro modo, sólo legitimaremos la situación vigente y necesitaremos más sucedáneos para soportar el vacío.
114. Lo que está ocurriendo nos pone ante la urgencia de avanzar en una valiente revolución cultural. La ciencia y la tecnología no son neutrales, sino que pueden implicar desde el comienzo hasta el final de un proceso diversas intenciones o posibilidades, y pueden configurarse de distintas maneras. Nadie pretende volver a la época de las cavernas, pero sí es indispensable aminorar la marcha para mirar la realidad de otra manera, recoger los avances positivos y sostenibles, y a la vez recuperar los valores y los grandes fines arrasados por un desenfreno megalómano.
iii. Crisis y consecuencias del antropocentrismo moderno
115. El antropocentrismo moderno, paradójicamente, ha terminado colocando la razón técnica sobre la realidad, porque este ser humano « ni siente la naturaleza como norma válida, ni menos aún como refugio viviente. La ve sin hacer hipótesis, prácticamente, como lugar y objeto de una tarea en la que se encierra todo, siéndole indiferente lo que con ello suceda ».92 De ese modo, se debilita el valor que tiene el mundo en sí mismo. Pero si el ser humano no redescubre su verdadero lugar, se entiende mal a sí mismo y termina contradiciendo su propia realidad: « No sólo la tierra ha sido dada por Dios al hombre, el cual debe usarla respetando la intención originaria de que es un bien, según la cual le ha sido dada; incluso el hombre es para sí mismo un don de Dios y, por tanto, debe respetar la estructura natural y moral de la que ha sido dotado ».93
116. En la modernidad hubo una gran desmesura antropocéntrica que, con otro ropaje, hoy sigue dañando toda referencia común y todo intento por fortalecer los lazos sociales. Por eso ha llegado el momento de volver a prestar atención a la realidad con los límites que ella impone, que a su vez son la posibilidad de un desarrollo humano y social más sano y fecundo. Una presentación inadecuada de la antropología cristiana pudo llegar a respaldar una concepción equivocada sobre la relación del ser humano con el mundo. Se transmitió muchas veces un sueño prometeico de dominio sobre el mundo que provocó la impresión de que el cuidado de la naturaleza es cosa de débiles. En cambio, la forma correcta de interpretar el concepto del ser humano como « señor » del universo consiste en entenderlo como administrador responsable.94
117. La falta de preocupación por medir el daño a la naturaleza y el impacto ambiental de las deci- siones es sólo el reflejo muy visible de un desinterés por reconocer el mensaje que la naturaleza lleva inscrito en sus mismas estructuras. Cuando no se reconoce en la realidad misma el valor de un pobre, de un embrión humano, de una persona con discapacitad –por poner sólo algunos ejem- plos–, difícilmente se escucharán los gritos de la misma naturaleza. Todo está conectado. Si el ser humano se declara autónomo de la realidad y se constituye en dominador absoluto, la misma base de su existencia se desmorona, porque, « en vez de desempeñar su papel de colaborador de Dios en la obra de la creación, el hombre suplanta a Dios y con ello provoca la rebelión de la naturaleza ».95
118. Esta situación nos lleva a una constante es- quizofrenia, que va de la exaltación tecnocrática que no reconoce a los demás seres un valor propio, hasta la reacción de negar todo valor peculiar al ser humano. Pero no se puede prescindir de la humanidad. No habrá una nueva relación con la naturaleza sin un nuevo ser humano. No hay ecología sin una adecuada antropología. Cuando la persona humana es considerada sólo un ser más entre otros, que procede de los juegos del azar o de un determinismo físico, « se corre el riesgo de que disminuya en las personas la conciencia de la responsabilidad ».96 Un antropocentrismo desviado no necesariamente debe dar paso a un
« biocentrismo », porque eso implicaría incorporar un nuevo desajuste que no sólo no resolverá los problemas sino que añadirá otros. No puede exigirse al ser humano un compromiso con respecto al mundo si no se reconocen y valoran al mismo tiempo sus capacidades peculiares de conocimiento, voluntad, libertad y responsabilidad.
119. La crítica al antropocentrismo desviado tampoco debería colocar en un segundo plano el valor de las relaciones entre las personas. Si la crisis ecológica es una eclosión o una manifestación externa de la crisis ética, cultural y espiritual de la modernidad, no podemos pretender sanar nuestra relación con la naturaleza y el ambiente sin sanar todas las relaciones básicas del ser humano. Cuando el pensamiento cristiano reclama un va- lor peculiar para el ser humano por encima de las demás criaturas, da lugar a la valoración de cada persona humana, y así provoca el reconocimiento del otro. La apertura a un « tú » capaz de conocer, amar y dialogar sigue siendo la gran nobleza de la persona humana. Por eso, para una adecuada relación con el mundo creado no hace falta debilitar la dimensión social del ser humano y tampoco su dimensión trascendente, su apertura al « Tú » divino. Porque no se puede proponer una relación con el ambiente aislada de la relación con las demás personas y con Dios. Sería un individualismo romántico disfrazado de belleza ecológica y un asfixiante encierro en la inmanencia.
120. Dado que todo está relacionado, tampoco es compatible la defensa de la naturaleza con la justificación del aborto. No parece factible un camino educativo para acoger a los seres débiles que nos rodean, que a veces son molestos o inoportunos, si no se protege a un embrión humano aunque su llegada sea causa de molestias y dificultades: « Si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger una nueva vida, también se marchitan otras formas de acogida provechosas para la vida social ».97
121. Está pendiente el desarrollo de una nueva síntesis que supere falsas dialécticas de los últimos siglos. El mismo cristianismo, manteniéndose fiel a su identidad y al tesoro de verdad que recibió de Jesucristo, siempre se repiensa y se reexpresa en el diálogo con las nuevas situaciones históri- cas, dejando brotar así su eterna novedad.98
El relativismo práctico
122. Un antropocentrismo desviado da lugar a un estilo de vida desviado. En la Exhortación apostólica Evangelii gaudium me referí al relativismo práctico que caracteriza nuestra época, y que es « todavía más peligroso que el doctrinal ».99 Cuando el ser humano se coloca a sí mismo en el centro, termina dando prioridad absoluta a sus conveniencias circunstanciales, y todo lo de- más se vuelve relativo. Por eso no debería llamar la atención que, junto con la omnipresencia del paradigma tecnocrático y la adoración del poder humano sin límites, se desarrolle en los sujetos este relativismo donde todo se vuelve irrelevante si no sirve a los propios intereses inmediatos. Hay en esto una lógica que permite comprender cómo se alimentan mutuamente diversas actitudes que provocan al mismo tiempo la degradación ambiental y la degradación social.
123. La cultura del relativismo es la misma patología que empuja a una persona a aprovecharse de otra y a tratarla como mero objeto, obligándola a trabajos forzados, o convirtiéndola en esclava a causa de una deuda. Es la misma lógica que lleva a la explotación sexual de los niños, o al abandono de los ancianos que no sirven para los propios intereses. Es también la lógica interna de quien dice: « Dejemos que las fuerzas invisibles del mercado regulen la economía, porque sus impactos sobre la sociedad y sobre la naturaleza son daños inevitables ». Si no hay verdades objetivas ni principios sólidos, fuera de la satisfacción de los propios proyectos y de las necesidades inmediatas, ¿qué límites pueden tener la trata de seres humanos, la criminalidad organizada, el narcotráfico, el comercio de diamantes ensangrentados y de pieles de animales en vías de extinción? ¿No es la misma lógica relativista la que justifica la compra de órganos a los pobres con el fin de venderlos o de utilizarlos para experimentación, o el descarte de niños porque no responden al deseo de sus padres? Es la misma lógica del « usa y tira », que genera tantos residuos sólo por el deseo desordenado de consumir más de lo que realmente se necesita. Entonces no podemos pensar que los proyectos políticos o la fuerza de la ley serán suficientes para evitar los comportamientos que afectan al ambiente, porque, cuando es la cultura la que se corrompe y ya no se reconoce alguna verdad objetiva o unos principios universalmente válidos, las leyes sólo se entenderán como imposiciones arbitrarias y como obstáculos a evitar.
Necesidad de preservar el trabajo
124. En cualquier planteo sobre una ecología integral, que no excluya al ser humano, es indispensable incorporar el valor del trabajo, tan sabiamente desarrollado por san Juan Pablo II en su encíclica Laborem exercens. Recordemos que, según el relato bíblico de la creación, Dios colocó al ser humano en el jardín recién creado (cf. Gn 2,15) no sólo para preservar lo existente (cui- dar), sino para trabajar sobre ello de manera que produzca frutos (labrar). Así, los obreros y artesanos « aseguran la creación eterna » (Si 38,34). En realidad, la intervención humana que procura el prudente desarrollo de lo creado es la forma más adecuada de cuidarlo, porque implica situarse como instrumento de Dios para ayudar a brotar las potencialidades que él mismo colocó en las cosas: « Dios puso en la tierra medicinas y el hombre prudente no las desprecia » (Si 38,4).
125. Si intentamos pensar cuáles son las relaciones adecuadas del ser humano con el mundo que lo rodea, emerge la necesidad de una correcta concepción del trabajo porque, si hablamos sobre la relación del ser humano con las cosas, aparece la pregunta por el sentido y la finalidad de la acción humana sobre la realidad. No hablamos sólo del trabajo manual o del trabajo con la tierra, sino de cualquier actividad que implique alguna transformación de lo existente, desde la elaboración de un informe social hasta el diseño de un desarrollo tecnológico. Cualquier forma de trabajo tiene detrás una idea sobre la relación que el ser humano puede o debe establecer con lo otro de sí. La espiritualidad cristiana, junto con la admiración contemplativa de las criaturas que encontramos en san Francisco de Asís, ha desarrollado también una rica y sana comprensión sobre el trabajo, como podemos encontrar, por ejemplo, en la vida del beato Carlos de Foucauld y sus discípulos.
126. Recojamos también algo de la larga tradición del monacato. Al comienzo favorecía en cierto modo la fuga del mundo, intentando escapar de la decadencia urbana. Por eso, los monjes buscaban el desierto, convencidos de que era el lugar adecuado para reconocer la presencia de Dios. Posteriormente, san Benito de Nursia propuso que sus monjes vivieran en comunidad combinando la oración y la lectura con el trabajo manual (ora et labora ). Esta introducción del trabajo manual impregnado de sentido espiritual fue revolucionaria. Se aprendió a buscar la maduración y la santificación en la compenetración entre el recogimiento y el trabajo. Esa manera de vivir el trabajo nos vuelve más cuidadosos y respetuosos del ambiente, impregna de sana sobriedad nuestra relación con el mundo.
127. Decimos que « el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social ».100 No obstante, cuando en el ser humano se daña la capacidad de contemplar y de respetar, se crean las condiciones para que el sentido del trabajo se desfigure.101 Conviene recordar siempre que el ser humano es « capaz de ser por sí mismo agente responsable de su mejora material, de su progreso moral y de su desarrollo espiritual ».102 El trabajo debería ser el ámbito de este múltiple desarrollo personal, donde se ponen en juego muchas dimensiones de la vida: la creatividad, la proyección del futuro, el desarrollo de capacidades, el ejercicio de los valores, la comunicación con los demás, una actitud de adoración. Por eso, en la actual realidad social mundial, más allá de los intereses limitados de las empresas y de una cuestionable racionalidad económica, es necesario que « se siga buscando como prioridad el objetivo del acceso al trabajo por parte de todos ».103
128. Estamos llamados al trabajo desde nuestra creación. No debe buscarse que el progreso tecnológico reemplace cada vez más el trabajo humano, con lo cual la humanidad se dañaría a sí misma. El trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida en esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización personal. En este sentido, ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo. Pero la orientación de la economía ha propiciado un tipo de avance tecnológico para reducir costos de producción en razón de la disminución de los puestos de trabajo, que se reemplazan por máquinas. Es un modo más como la acción del ser humano puede volverse en contra de él mismo. La disminución de los puestos de trabajo « tiene también un impacto negativo en el plano económico por el progresivo desgaste del “capital social”, es decir, del conjunto de relaciones de confianza, fiabilidad, y respeto de las normas, que son indispensables en toda convivencia civil ».104 En definitiva, « los costes humanos son siempre también costes económicos y las disfunciones económicas comportan igualmente costes humanos ».105 Dejar de invertir en las personas para obtener un mayor rédito inmediato es muy mal negocio para la sociedad.
129. Para que siga siendo posible dar empleo, es imperioso promover una economía que fa- vorezca la diversidad productiva y la creatividad empresarial. Por ejemplo, hay una gran variedad de sistemas alimentarios campesinos y de pequeña escala que sigue alimentando a la mayor parte de la población mundial, utilizando una baja proporción del territorio y del agua, y produciendo menos residuos, sea en pequeñas parcelas agrícolas, huertas, caza y recolección silvestre o pesca artesanal. Las economías de escala, especialmente en el sector agrícola, terminan forzando a los pequeños agricultores a vender sus tierras o a abandonar sus cultivos tradicionales. Los intentos de algunos de ellos por avanzar en otras formas de producción más diversificadas terminan siendo inútiles por la dificultad de conectarse con los mercados regionales y globales o porque la infraestructura de venta y de transporte está al servicio de las grandes empresas. Las autoridades tienen el derecho y la responsabilidad de tomar medidas de claro y firme apoyo a los pequeños productores y a la variedad productiva. Para que haya una libertad económica de la que todos efectivamente se beneficien, a veces pue- de ser necesario poner límites a quienes tienen mayores recursos y poder financiero. Una libertad económica sólo declamada, pero donde las condiciones reales impiden que muchos puedan acceder realmente a ella, y donde se deteriora el acceso al trabajo, se convierte en un discurso contradictorio que deshonra a la política. La actividad empresarial, que es una noble vocación orientada a producir riqueza y a mejorar el mundo para todos, puede ser una manera muy fecunda de promover la región donde instala sus emprendimientos, sobre todo si entiende que la creación de puestos de trabajo es parte ineludible de su servicio al bien común.
Innovación biológica a partir de la investigación
130. En la visión filosófica y teológica de la creación que he tratado de proponer, queda claro que la persona humana, con la peculiaridad de su razón y de su ciencia, no es un factor externo que deba ser totalmente excluido. No obstante, si bien el ser humano puede intervenir en vegetales y animales, y hacer uso de ellos cuando es necesario para su vida, el Catecismo enseña que las experimentaciones con animales sólo son legítimas « si se mantienen en límites razonables y contribuyen a cuidar o salvar vidas humanas ».106 Recuerda con firmeza que el poder humano tiene límites y que « es contrario a la dignidad humana hacer sufrir inútilmente a los animales y sacrificar sin necesidad sus vidas ».107 Todo uso y experimentación « exige un respeto religioso de la integridad de la creación ».108
131. Quiero recoger aquí la equilibrada posición de san Juan Pablo II, quien resaltaba los beneficios de los adelantos científicos y tecnológicos, que « manifiestan cuán noble es la vocación del hombre a participar responsablemente en la acción creadora de Dios », pero al mismo tiempo recordaba que « toda intervención en un área del ecosistema debe considerar sus consecuencias en otras áreas ».109 Expresaba que la Iglesia valora el aporte « del estudio y de las aplicaciones de la biología molecular, completada con otras disciplinas, como la genética, y su aplicación tecnoló- gica en la agricultura y en la industria »,110 aunque también decía que esto no debe dar lugar a una
« indiscriminada manipulación genética »111 que ignore los efectos negativos de estas intervenciones. No es posible frenar la creatividad humana. Si no se puede prohibir a un artista el despliegue de su capacidad creadora, tampoco se puede in- habilitar a quienes tienen especiales dones para el desarrollo científico y tecnológico, cuyas capaci- dades han sido donadas por Dios para el servicio a los demás. Al mismo tiempo, no pueden dejar de replantearse los objetivos, los efectos, el contexto y los límites éticos de esa actividad humana que es una forma de poder con altos riesgos.
132. En este marco debería situarse cualquier reflexión acerca de la intervención humana sobre los vegetales y animales, que hoy implica mutaciones genéticas generadas por la biotecnología, en orden a aprovechar las posibilidades presentes en la realidad material. El respeto de la fe a la razón implica prestar atención a lo que la misma ciencia biológica, desarrollada de manera independiente con respecto a los intereses económicos, puede enseñar acerca de las estructuras biológicas y de sus posibilidades y mutaciones. En todo caso, una intervención legítima es aquella que actúa en la naturaleza « para ayudarla a desarrollarse en su línea, la de la creación, la querida por Dios ».112
133. Es difícil emitir un juicio general sobre el desarrollo de organismos genéticamente modificados (OMG), vegetales o animales, médicos o agropecuarios, ya que pueden ser muy diversos entre sí y requerir distintas consideraciones. Por otra parte, los riesgos no siempre se atribuyen a la técnica misma sino a su aplicación inadecuada o excesiva. En realidad, las mutaciones genéticas muchas veces fueron y son producidas por la misma naturaleza. Ni siquiera aquellas provocadas por la intervención humana son un fenómeno moderno. La domesticación de animales, el cruzamiento de especies y otras prácticas antiguas y universalmente aceptadas pueden incluirse en estas consideraciones. Cabe recordar que el inicio de los desarrollos científicos de cereales transgénicos estuvo en la observación de una bacteria que natural y espontáneamente producía una modificación en el genoma de un vegetal. Pero en la naturaleza estos procesos tienen un ritmo lento, que no se compara con la velocidad que imponen los avances tecnológicos actuales, aun cuando estos avances tengan detrás un desarrollo científico de varios siglos.
134. Si bien no hay comprobación contundente acerca del daño que podrían causar los cereales transgénicos a los seres humanos, y en algunas regiones su utilización ha provocado un crecimiento económico que ayudó a resolver problemas, hay dificultades importantes que no deben ser relativizadas. En muchos lugares, tras la introducción de estos cultivos, se constata una concentración de tierras productivas en manos de pocos debido a « la progresiva desaparición de pequeños productores que, como consecuencia de la pérdida de las tierras explotadas, se han visto obligados a retirarse de la producción directa ».113 Los más frágiles se convierten en trabajadores precarios, y muchos empleados rurales terminan migrando a miserables asentamientos de las ciudades. La expansión de la frontera de estos cultivos arrasa con el complejo entramado de los ecosistemas, disminuye la diversidad productiva y afecta el presente y el futuro de las economías regionales. En varios países se advierte una tendencia al desarrollo de oligopolios en la producción de granos y de otros productos necesarios para su cultivo, y la dependencia se agrava si se piensa en la producción de granos estériles que terminaría obligando a los campesinos a comprarlos a las empresas productoras.
135. Sin duda hace falta una atención constante, que lleve a considerar todos los aspectos éticos implicados. Para eso hay que asegurar una discusión científica y social que sea responsable y amplia, capaz de considerar toda la información disponible y de llamar a las cosas por su nombre. A veces no se pone sobre la mesa la totalidad de la información, que se selecciona de acuerdo con los propios intereses, sean políticos, económicos o ideológicos. Esto vuelve difícil desarrollar un juicio equilibrado y prudente sobre las diversas cuestiones, considerando todas las variables atinentes. Es preciso contar con espacios de discusión donde todos aquellos que de algún modo se pudieran ver directa o indirectamente afectados (agricultores, consumidores, autoridades, científicos, semilleras, poblaciones vecinas a los campos fumigados y otros) puedan exponer sus problemáticas o acceder a información amplia y fidedigna para tomar decisiones tendientes al bien común presente y futuro. Es una cuestión ambiental de carácter complejo, por lo cual su tratamiento exige una mirada integral de todos sus aspectos, y esto requeriría al menos un mayor esfuerzo para financiar diversas líneas de investigación libre e interdisciplinaria que puedan aportar nueva luz.
136. Por otra parte, es preocupante que cuando algunos movimientos ecologistas defienden la integridad del ambiente, y con razón reclaman ciertos límites a la investigación científica, a veces no aplican estos mismos principios a la vida humana. Se suele justificar que se traspasen todos los límites cuando se experimenta con embriones humanos vivos. Se olvida que el valor inalienable de un ser humano va más allá del grado de su desarrollo. De ese modo, cuando la técnica desconoce los grandes principios éticos, termina considerando legítima cualquier práctica. Como vimos en este capítulo, la técnica separada de la ética difícilmente será capaz de autolimitar su poder.

Tuesday, June 23, 2015

The Encyclical LAUDATO SI’: An uplifting call to action on climate, environment and social justice with the proper respect for science, technology and education. Relevant to climate geoengineering

Last update June 24, 2015

205. Yet all is not lost. Human beings, while capable of the worst, are also capable of rising above themselves, choosing again what is good…

This document is one of the most personally uplifting I have had the privilege to read.


102...
The modification of nature for useful purposes has distinguished the human family from the beginning; technology itself “expresses the inner tension that impels man gradually to overcome material limitations”.[82]

   
The Laudato Si’ does not address geoengineering studies, AKA climate engineering or ‘climate intervention directly.  The philosophical and scientific concepts are devastatingly nuanced and highly readable for lay people like me. It argues for the acknowledgment of man’s capacity to alter earth systems, including climate, both in non-intentional and intentional ways. (Geoengineering may be included in the latter) 

4...
“the most extraordinary scientific advances, the most amazing technical abilities, the most astonishing economic growth, unless they are accompanied by authentic social and moral progress, will definitively turn against man”.[3]


The rather strong message of support for science and technology in the encyclical exults man’s prowess in science and technology as “wonderful products of a God-given human creativity”.[81]” , but a prowess that must be tempered by the proper respect and caution given man’s checkered history for the use of powerful technologies.

14…“Obstructionist attitudes, even on the part of believers, can range from denial of the problem to indifference, nonchalant resignation or blind confidence in technical solutions. We require a new and universal solidarity. As the bishops of Southern Africa have stated: “Everyone’s talents and involvement are needed to redress the damage caused by human abuse of God’s creation”. [22] All of us can cooperate as instruments of God for the care of creation, each according to his or her own culture, experience, involvements and talents.”

My personal take is that by neither condemning, nor by endorsing geoengineering directly it leaves open the door for more knowledge acquisition but within certain limits. This may also give the Vatican flexibility in a highly complex debate.  I think that could be good, not necessarily for the advancement of the science in itself, but to gain a deeper understanding of humanity’s climate and environmental impacts and modern technical capabilities both desired and undesired.


 Hugely important: the support for renewable altenatives to fossil fuel energy.


And to further balance its support for science and technology the Laudato Si’ is highly critical of technocracy, ‘anthropocentrism’, consumerism and ‘Eco-modernism’.


Some reactions would paint this encyclical as ‘pessimistic’ and others as ‘apocalyptic’ (I would agree with the latter only if it is meant as ‘revealing’).


I describe the Laudato Si's as uplifting, because while not shying away from acknowledging humanity’s responsibility for ongoing environmental crises and man’s propensity for hubris and exploitation, the whole of the document embodies a message of hope, that ‘we’ can rise above those same propensities when given the opportunity to make educated choices, guided by a strong moral code. Yes! An uplifting message, specially at times when all evidence -in the crises- may seem to point to the contrary.



The complete Laudato Si’ can be found here:

ENCYCLICAL LETTER
LAUDATO SI’
OF THE HOLY FATHER FRANCIS
ON CARE FOR OUR COMMON HOME

En Español:
CARTA ENCÍCLICA
LAUDATO SI’
DEL SANTO PADRE FRANCISCO
SOBRE EL CUIDADO DE LA CASA COMÚN



An excerpt:

CHAPTER THREE

THE HUMAN ROOTS OF THE ECOLOGICAL CRISIS

101. It would hardly be helpful to describe symptoms without acknowledging the human origins of the ecological crisis. A certain way of understanding human life and activity has gone awry, to the serious detriment of the world around us. Should we not pause and consider this? At this stage, I propose that we focus on the dominant technocratic paradigm and the place of human beings and of human action in the world.

I. TECHNOLOGY: CREATIVITY AND POWER

102. Humanity has entered a new era in which our technical prowess has brought us to a crossroads. We are the beneficiaries of two centuries of enormous waves of change: steam engines, railways, the telegraph, electricity, automobiles, aeroplanes, chemical industries, modern medicine, information technology and, more recently, the digital revolution, robotics, biotechnologies and nanotechnologies. It is right to rejoice in these advances and to be excited by the immense possibilities which they continue to open up before us, for “science and technology are wonderful products of a God-given human creativity”.[81] The modification of nature for useful purposes has distinguished the human family from the beginning; technology itself “expresses the inner tension that impels man gradually to overcome material limitations”.[82] Technology has remedied countless evils which used to harm and limit human beings. How can we not feel gratitude and appreciation for this progress, especially in the fields of medicine, engineering and communications? How could we not acknowledge the work of many scientists and engineers who have provided alternatives to make development sustainable?

103. Technoscience, when well directed, can produce important means of improving the quality of human life, from useful domestic appliances to great transportation systems, bridges, buildings and public spaces. It can also produce art and enable men and women immersed in the material world to “leap” into the world of beauty. Who can deny the beauty of an aircraft or a skyscraper? Valuable works of art and music now make use of new technologies. So, in the beauty intended by the one who uses new technical instruments and in the contemplation of such beauty, a quantum leap occurs, resulting in a fulfilment which is uniquely human.

104. Yet it must also be recognized that nuclear energy, biotechnology, information technology, knowledge of our DNA, and many other abilities which we have acquired, have given us tremendous power. More precisely, they have given those with the knowledge, and especially the economic resources to use them, an impressive dominance over the whole of humanity and the entire world. Never has humanity had such power over itself, yet nothing ensures that it will be used wisely, particularly when we consider how it is currently being used. We need but think of the nuclear bombs dropped in the middle of the twentieth century, or the array of technology which Nazism, Communism and other totalitarian regimes have employed to kill millions of people, to say nothing of the increasingly deadly arsenal of weapons available for modern warfare. In whose hands does all this power lie, or will it eventually end up? It is extremely risky for a small part of humanity to have it.

105. There is a tendency to believe that every increase in power means “an increase of ‘progress’ itself”, an advance in “security, usefulness, welfare and vigour; …an assimilation of new values into the stream of culture”,[83] as if reality, goodness and truth automatically flow from technological and economic power as such. The fact is that “contemporary man has not been trained to use power well”,[84] because our immense technological development has not been accompanied by a development in human responsibility, values and conscience. Each age tends to have only a meagre awareness of its own limitations. It is possible that we do not grasp the gravity of the challenges now before us. “The risk is growing day by day that man will not use his power as he should”; in effect, “power is never considered in terms of the responsibility of choice which is inherent in freedom” since its “only norms are taken from alleged necessity, from either utility or security”.[85] But human beings are not completely autonomous. Our freedom fades when it is handed over to the blind forces of the unconscious, of immediate needs, of self-interest, and of violence. In this sense, we stand naked and exposed in the face of our ever-increasing power, lacking the wherewithal to control it. We have certain superficial mechanisms, but we cannot claim to have a sound ethics, a culture and spirituality genuinely capable of setting limits and teaching clear-minded self-restraint.

II. THE GLOBALIZATION OF THE TECHNOCRATIC PARADIGM

106. The basic problem goes even deeper: it is the way that humanity has taken up technology and its development according to an undifferentiated and one-dimensional paradigm. This paradigm exalts the concept of a subject who, using logical and rational procedures, progressively approaches and gains control over an external object. This subject makes every effort to establish the scientific and experimental method, which in itself is already a technique of possession, mastery and transformation. It is as if the subject were to find itself in the presence of something formless, completely open to manipulation. Men and women have constantly intervened in nature, but for a long time this meant being in tune with and respecting the possibilities offered by the things themselves. It was a matter of receiving what nature itself allowed, as if from its own hand. Now, by contrast, we are the ones to lay our hands on things, attempting to extract everything possible from them while frequently ignoring or forgetting the reality in front of us. Human beings and material objects no longer extend a friendly hand to one another; the relationship has become confrontational. This has made it easy to accept the idea of infinite or unlimited growth, which proves so attractive to economists, financiers and experts in technology. It is based on the lie that there is an infinite supply of the earth’s goods, and this leads to the planet being squeezed dry beyond every limit. It is the false notion that “an infinite quantity of energy and resources are available, that it is possible to renew them quickly, and that the negative effects of the exploitation of the natural order can be easily absorbed”.[86]

107. It can be said that many problems of today’s world stem from the tendency, at times unconscious, to make the method and aims of science and technology an epistemological paradigm which shapes the lives of individuals and the workings of society. The effects of imposing this model on reality as a whole, human and social, are seen in the deterioration of the environment, but this is just one sign of a reductionism which affects every aspect of human and social life. We have to accept that technological products are not neutral, for they create a framework which ends up conditioning lifestyles and shaping social possibilities along the lines dictated by the interests of certain powerful groups. Decisions which may seem purely instrumental are in reality decisions about the kind of society we want to build.

108. The idea of promoting a different cultural paradigm and employing technology as a mere instrument is nowadays inconceivable. The technological paradigm has become so dominant that it would be difficult to do without its resources and even more difficult to utilize them without being dominated by their internal logic. It has become countercultural to choose a lifestyle whose goals are even partly independent of technology, of its costs and its power to globalize and make us all the same. Technology tends to absorb everything into its ironclad logic, and those who are surrounded with technology “know full well that it moves forward in the final analysis neither for profit nor for the well-being of the human race”, that “in the most radical sense of the term power is its motive – a lordship over all”.[87] As a result, “man seizes hold of the naked elements of both nature and human nature”.[88] Our capacity to make decisions, a more genuine freedom and the space for each one’s alternative creativity are diminished.

109. The technocratic paradigm also tends to dominate economic and political life. The economy accepts every advance in technology with a view to profit, without concern for its potentially negative impact on human beings. Finance overwhelms the real economy. The lessons of the global financial crisis have not been assimilated, and we are learning all too slowly the lessons of environmental deterioration. Some circles maintain that current economics and technology will solve all environmental problems, and argue, in popular and non-technical terms, that the problems of global hunger and poverty will be resolved simply by market growth. They are less concerned with certain economic theories which today scarcely anybody dares defend, than with their actual operation in the functioning of the economy. They may not affirm such theories with words, but nonetheless support them with their deeds by showing no interest in more balanced levels of production, a better distribution of wealth, concern for the environment and the rights of future generations. Their behaviour shows that for them maximizing profits is enough. Yet by itself the market cannot guarantee integral human development and social inclusion.[89] At the same time, we have “a sort of ‘superdevelopment’ of a wasteful and consumerist kind which forms an unacceptable contrast with the ongoing situations of dehumanizing deprivation”,[90] while we are all too slow in developing economic institutions and social initiatives which can give the poor regular access to basic resources. We fail to see the deepest roots of our present failures, which have to do with the direction, goals, meaning and social implications of technological and economic growth.

110. The specialization which belongs to technology makes it difficult to see the larger picture. The fragmentation of knowledge proves helpful for concrete applications, and yet it often leads to a loss of appreciation for the whole, for the relationships between things, and for the broader horizon, which then becomes irrelevant. This very fact makes it hard to find adequate ways of solving the more complex problems of today’s world, particularly those regarding the environment and the poor; these problems cannot be dealt with from a single perspective or from a single set of interests. A science which would offer solutions to the great issues would necessarily have to take into account the data generated by other fields of knowledge, including philosophy and social ethics; but this is a difficult habit to acquire today. Nor are there genuine ethical horizons to which one can appeal. Life gradually becomes a surrender to situations conditioned by technology, itself viewed as the principal key to the meaning of existence. In the concrete situation confronting us, there are a number of symptoms which point to what is wrong, such as environmental degradation, anxiety, a loss of the purpose of life and of community living. Once more we see that “realities are more important than ideas”.[91]

111. Ecological culture cannot be reduced to a series of urgent and partial responses to the immediate problems of pollution, environmental decay and the depletion of natural resources. There needs to be a distinctive way of looking at things, a way of thinking, policies, an educational programme, a lifestyle and a spirituality which together generate resistance to the assault of the technocratic paradigm. Otherwise, even the best ecological initiatives can find themselves caught up in the same globalized logic. To seek only a technical remedy to each environmental problem which comes up is to separate what is in reality interconnected and to mask the true and deepest problems of the global system.

112. Yet we can once more broaden our vision. We have the freedom needed to limit and direct technology; we can put it at the service of another type of progress, one which is healthier, more human, more social, more integral. Liberation from the dominant technocratic paradigm does in fact happen sometimes, for example, when cooperatives of small producers adopt less polluting means of production, and opt for a non-consumerist model of life, recreation and community. Or when technology is directed primarily to resolving people’s concrete problems, truly helping them live with more dignity and less suffering. Or indeed when the desire to create and contemplate beauty manages to overcome reductionism through a kind of salvation which occurs in beauty and in those who behold it. An authentic humanity, calling for a new synthesis, seems to dwell in the midst of our technological culture, almost unnoticed, like a mist seeping gently beneath a closed door. Will the promise last, in spite of everything, with all that is authentic rising up in stubborn resistance?

113. There is also the fact that people no longer seem to believe in a happy future; they no longer have blind trust in a better tomorrow based on the present state of the world and our technical abilities. There is a growing awareness that scientific and technological progress cannot be equated with the progress of humanity and history, a growing sense that the way to a better future lies elsewhere. This is not to reject the possibilities which technology continues to offer us. But humanity has changed profoundly, and the accumulation of constant novelties exalts a superficiality which pulls us in one direction. It becomes difficult to pause and recover depth in life. If architecture reflects the spirit of an age, our megastructures and drab apartment blocks express the spirit of globalized technology, where a constant flood of new products coexists with a tedious monotony. Let us refuse to resign ourselves to this, and continue to wonder about the purpose and meaning of everything. Otherwise we would simply legitimate the present situation and need new forms of escapism to help us endure the emptiness.

114. All of this shows the urgent need for us to move forward in a bold cultural revolution. Science and technology are not neutral; from the beginning to the end of a process, various intentions and possibilities are in play and can take on distinct shapes. Nobody is suggesting a return to the Stone Age, but we do need to slow down and look at reality in a different way, to appropriate the positive and sustainable progress which has been made, but also to recover the values and the great goals swept away by our unrestrained delusions of grandeur.

III. THE CRISIS AND EFFECTS OF MODERN ANTHROPOCENTRISM

115. Modern anthropocentrism has paradoxically ended up prizing technical thought over reality, since “the technological mind sees nature as an insensate order, as a cold body of facts, as a mere ‘given’, as an object of utility, as raw material to be hammered into useful shape; it views the cosmos similarly as a mere ‘space’ into which objects can be thrown with complete indifference”.[92] The intrinsic dignity of the world is thus compromised. When human beings fail to find their true place in this world, they misunderstand themselves and end up acting against themselves: “Not only has God given the earth to man, who must use it with respect for the original good purpose for which it was given, but, man too is God’s gift to man. He must therefore respect the natural and moral structure with which he has been endowed”.[93]

116. Modernity has been marked by an excessive anthropocentrism which today, under another guise, continues to stand in the way of shared understanding and of any effort to strengthen social bonds. The time has come to pay renewed attention to reality and the limits it imposes; this in turn is the condition for a more sound and fruitful development of individuals and society. An inadequate presentation of Christian anthropology gave rise to a wrong understanding of the relationship between human beings and the world. Often, what was handed on was a Promethean vision of mastery over the world, which gave the impression that the protection of nature was something that only the faint-hearted cared about. Instead, our “dominion” over the universe should be understood more properly in the sense of responsible stewardship.[94]

117. Neglecting to monitor the harm done to nature and the environmental impact of our decisions is only the most striking sign of a disregard for the message contained in the structures of nature itself. When we fail to acknowledge as part of reality the worth of a poor person, a human embryo, a person with disabilities – to offer just a few examples – it becomes difficult to hear the cry of nature itself; everything is connected. Once the human being declares independence from reality and behaves with absolute dominion, the very foundations of our life begin to crumble, for “instead of carrying out his role as a cooperator with God in the work of creation, man sets himself up in place of God and thus ends up provoking a rebellion on the part of nature”.[95]

118. This situation has led to a constant schizophrenia, wherein a technocracy which sees no intrinsic value in lesser beings coexists with the other extreme, which sees no special value in human beings. But one cannot prescind from humanity. There can be no renewal of our relationship with nature without a renewal of humanity itself. There can be no ecology without an adequate anthropology. When the human person is considered as simply one being among others, the product of chance or physical determinism, then “our overall sense of responsibility wanes”.[96] A misguided anthropocentrism need not necessarily yield to “biocentrism”, for that would entail adding yet another imbalance, failing to solve present problems and adding new ones. Human beings cannot be expected to feel responsibility for the world unless, at the same time, their unique capacities of knowledge, will, freedom and responsibility are recognized and valued.

119. Nor must the critique of a misguided anthropocentrism underestimate the importance of interpersonal relations. If the present ecological crisis is one small sign of the ethical, cultural and spiritual crisis of modernity, we cannot presume to heal our relationship with nature and the environment without healing all fundamental human relationships. Christian thought sees human beings as possessing a particular dignity above other creatures; it thus inculcates esteem for each person and respect for others. Our openness to others, each of whom is a “thou” capable of knowing, loving and entering into dialogue, remains the source of our nobility as human persons. A correct relationship with the created world demands that we not weaken this social dimension of openness to others, much less the transcendent dimension of our openness to the “Thou” of God. Our relationship with the environment can never be isolated from our relationship with others and with God. Otherwise, it would be nothing more than romantic individualism dressed up in ecological garb, locking us into a stifling immanence.

120. Since everything is interrelated, concern for the protection of nature is also incompatible with the justification of abortion. How can we genuinely teach the importance of concern for other vulnerable beings, however troublesome or inconvenient they may be, if we fail to protect a human embryo, even when its presence is uncomfortable and creates difficulties? “If personal and social sensitivity towards the acceptance of the new life is lost, then other forms of acceptance that are valuable for society also wither away”.[97]

121. We need to develop a new synthesis capable of overcoming the false arguments of recent centuries. Christianity, in fidelity to its own identity and the rich deposit of truth which it has received from Jesus Christ, continues to reflect on these issues in fruitful dialogue with changing historical situations. In doing so, it reveals its eternal newness.[98]

Practical relativism

122. A misguided anthropocentrism leads to a misguided lifestyle. In the Apostolic Exhortation Evangelii Gaudium, I noted that the practical relativism typical of our age is “even more dangerous than doctrinal relativism”.[99] When human beings place themselves at the centre, they give absolute priority to immediate convenience and all else becomes relative. Hence we should not be surprised to find, in conjunction with the omnipresent technocratic paradigm and the cult of unlimited human power, the rise of a relativism which sees everything as irrelevant unless it serves one’s own immediate interests. There is a logic in all this whereby different attitudes can feed on one another, leading to environmental degradation and social decay.

123. The culture of relativism is the same disorder which drives one person to take advantage of another, to treat others as mere objects, imposing forced labour on them or enslaving them to pay their debts. The same kind of thinking leads to the sexual exploitation of children and abandonment of the elderly who no longer serve our interests. It is also the mindset of those who say: Let us allow the invisible forces of the market to regulate the economy, and consider their impact on society and nature as collateral damage. In the absence of objective truths or sound principles other than the satisfaction of our own desires and immediate needs, what limits can be placed on human trafficking, organized crime, the drug trade, commerce in blood diamonds and the fur of endangered species? Is it not the same relativistic logic which justifies buying the organs of the poor for resale or use in experimentation, or eliminating children because they are not what their parents wanted? This same “use and throw away” logic generates so much waste, because of the disordered desire to consume more than what is really necessary. We should not think that political efforts or the force of law will be sufficient to prevent actions which affect the environment because, when the culture itself is corrupt and objective truth and universally valid principles are no longer upheld, then laws can only be seen as arbitrary impositions or obstacles to be avoided.

The need to protect employment

124. Any approach to an integral ecology, which by definition does not exclude human beings, needs to take account of the value of labour, as Saint John Paul II wisely noted in his Encyclical Laborem Exercens. According to the biblical account of creation, God placed man and woman in the garden he had created (cf. Gen 2:15) not only to preserve it (“keep”) but also to make it fruitful (“till”). Labourers and craftsmen thus “maintain the fabric of the world” (Sir 38:34). Developing the created world in a prudent way is the best way of caring for it, as this means that we ourselves become the instrument used by God to bring out the potential which he himself inscribed in things: “The Lord created medicines out of the earth, and a sensible man will not despise them” (Sir 38:4).

125. If we reflect on the proper relationship between human beings and the world around us, we see the need for a correct understanding of work; if we talk about the relationship between human beings and things, the question arises as to the meaning and purpose of all human activity. This has to do not only with manual or agricultural labour but with any activity involving a modification of existing reality, from producing a social report to the design of a technological development. Underlying every form of work is a concept of the relationship which we can and must have with what is other than ourselves. Together with the awe-filled contemplation of creation which we find in Saint Francis of Assisi, the Christian spiritual tradition has also developed a rich and balanced understanding of the meaning of work, as, for example, in the life of Blessed Charles de Foucauld and his followers.

126. We can also look to the great tradition of monasticism. Originally, it was a kind of flight from the world, an escape from the decadence of the cities. The monks sought the desert, convinced that it was the best place for encountering the presence of God. Later, Saint Benedict of Norcia proposed that his monks live in community, combining prayer and spiritual reading with manual labour (ora et labora). Seeing manual labour as spiritually meaningful proved revolutionary. Personal growth and sanctification came to be sought in the interplay of recollection and work. This way of experiencing work makes us more protective and respectful of the environment; it imbues our relationship to the world with a healthy sobriety.

127. We are convinced that “man is the source, the focus and the aim of all economic and social life”.[100] Nonetheless, once our human capacity for contemplation and reverence is impaired, it becomes easy for the meaning of work to be misunderstood.[101] We need to remember that men and women have “the capacity to improve their lot, to further their moral growth and to develop their spiritual endowments”.[102] Work should be the setting for this rich personal growth, where many aspects of life enter into play: creativity, planning for the future, developing our talents, living out our values, relating to others, giving glory to God. It follows that, in the reality of today’s global society, it is essential that “we continue to prioritize the goal of access to steady employment for everyone”,[103] no matter the limited interests of business and dubious economic reasoning.

128. We were created with a vocation to work. The goal should not be that technological progress increasingly replace human work, for this would be detrimental to humanity. Work is a necessity, part of the meaning of life on this earth, a path to growth, human development and personal fulfilment. Helping the poor financially must always be a provisional solution in the face of pressing needs. The broader objective should always be to allow them a dignified life through work. Yet the orientation of the economy has favoured a kind of technological progress in which the costs of production are reduced by laying off workers and replacing them with machines. This is yet another way in which we can end up working against ourselves. The loss of jobs also has a negative impact on the economy “through the progressive erosion of social capital: the network of relationships of trust, dependability, and respect for rules, all of which are indispensable for any form of civil coexistence”.[104] In other words, “human costs always include economic costs, and economic dysfunctions always involve human costs”.[105] To stop investing in people, in order to gain greater short-term financial gain, is bad business for society.

129. In order to continue providing employment, it is imperative to promote an economy which favours productive diversity and business creativity. For example, there is a great variety of small-scale food production systems which feed the greater part of the world’s peoples, using a modest amount of land and producing less waste, be it in small agricultural parcels, in orchards and gardens, hunting and wild harvesting or local fishing. Economies of scale, especially in the agricultural sector, end up forcing smallholders to sell their land or to abandon their traditional crops. Their attempts to move to other, more diversified, means of production prove fruitless because of the difficulty of linkage with regional and global markets, or because the infrastructure for sales and transport is geared to larger businesses. Civil authorities have the right and duty to adopt clear and firm measures in support of small producers and differentiated production. To ensure economic freedom from which all can effectively benefit, restraints occasionally have to be imposed on those possessing greater resources and financial power. To claim economic freedom while real conditions bar many people from actual access to it, and while possibilities for employment continue to shrink, is to practise a doublespeak which brings politics into disrepute. Business is a noble vocation, directed to producing wealth and improving our world. It can be a fruitful source of prosperity for the areas in which it operates, especially if it sees the creation of jobs as an essential part of its service to the common good.

New biological technologies

130. In the philosophical and theological vision of the human being and of creation which I have presented, it is clear that the human person, endowed with reason and knowledge, is not an external factor to be excluded. While human intervention on plants and animals is permissible when it pertains to the necessities of human life, the Catechism of the Catholic Church teaches that experimentation on animals is morally acceptable only “if it remains within reasonable limits [and] contributes to caring for or saving human lives”.[106] The Catechism firmly states that human power has limits and that “it is contrary to human dignity to cause animals to suffer or die needlessly”.[107] All such use and experimentation “requires a religious respect for the integrity of creation”.[108]

131. Here I would recall the balanced position of Saint John Paul II, who stressed the benefits of scientific and technological progress as evidence of “the nobility of the human vocation to participate responsibly in God’s creative action”, while also noting that “we cannot interfere in one area of the ecosystem without paying due attention to the consequences of such interference in other areas”.[109] He made it clear that the Church values the benefits which result “from the study and applications of molecular biology, supplemented by other disciplines such as genetics, and its technological application in agriculture and industry”.[110] But he also pointed out that this should not lead to “indiscriminate genetic manipulation”[111] which ignores the negative effects of such interventions. Human creativity cannot be suppressed. If an artist cannot be stopped from using his or her creativity, neither should those who possess particular gifts for the advancement of science and technology be prevented from using their God-given talents for the service of others. We need constantly to rethink the goals, effects, overall context and ethical limits of this human activity, which is a form of power involving considerable risks.

132. This, then, is the correct framework for any reflection concerning human intervention on plants and animals, which at present includes genetic manipulation by biotechnology for the sake of exploiting the potential present in material reality. The respect owed by faith to reason calls for close attention to what the biological sciences, through research uninfluenced by economic interests, can teach us about biological structures, their possibilities and their mutations. Any legitimate intervention will act on nature only in order “to favour its development in its own line, that of creation, as intended by God”.[112]

133. It is difficult to make a general judgement about genetic modification (GM), whether vegetable or animal, medical or agricultural, since these vary greatly among themselves and call for specific considerations. The risks involved are not always due to the techniques used, but rather to their improper or excessive application. Genetic mutations, in fact, have often been, and continue to be, caused by nature itself. Nor are mutations caused by human intervention a modern phenomenon. The domestication of animals, the crossbreeding of species and other older and universally accepted practices can be mentioned as examples. We need but recall that scientific developments in GM cereals began with the observation of natural bacteria which spontaneously modified plant genomes. In nature, however, this process is slow and cannot be compared to the fast pace induced by contemporary technological advances, even when the latter build upon several centuries of scientific progress.

134. Although no conclusive proof exists that GM cereals may be harmful to human beings, and in some regions their use has brought about economic growth which has helped to resolve problems, there remain a number of significant difficulties which should not be underestimated. In many places, following the introduction of these crops, productive land is concentrated in the hands of a few owners due to “the progressive disappearance of small producers, who, as a consequence of the loss of the exploited lands, are obliged to withdraw from direct production”.[113] The most vulnerable of these become temporary labourers, and many rural workers end up moving to poverty-stricken urban areas. The expansion of these crops has the effect of destroying the complex network of ecosystems, diminishing the diversity of production and affecting regional economies, now and in the future. In various countries, we see an expansion of oligopolies for the production of cereals and other products needed for their cultivation. This dependency would be aggravated were the production of infertile seeds to be considered; the effect would be to force farmers to purchase them from larger producers.

135. Certainly, these issues require constant attention and a concern for their ethical implications. A broad, responsible scientific and social debate needs to take place, one capable of considering all the available information and of calling things by their name. It sometimes happens that complete information is not put on the table; a selection is made on the basis of particular interests, be they politico-economic or ideological. This makes it difficult to reach a balanced and prudent judgement on different questions, one which takes into account all the pertinent variables. Discussions are needed in which all those directly or indirectly affected (farmers, consumers, civil authorities, scientists, seed producers, people living near fumigated fields, and others) can make known their problems and concerns, and have access to adequate and reliable information in order to make decisions for the common good, present and future. This is a complex environmental issue; it calls for a comprehensive approach which would require, at the very least, greater efforts to finance various lines of independent, interdisciplinary research capable of shedding new light on the problem.


136. On the other hand, it is troubling that, when some ecological movements defend the integrity of the environment, rightly demanding that certain limits be imposed on scientific research, they sometimes fail to apply those same principles to human life. There is a tendency to justify transgressing all boundaries when experimentation is carried out on living human embryos. We forget that the inalienable worth of a human being transcends his or her degree of development. In the same way, when technology disregards the great ethical principles, it ends up considering any practice whatsoever as licit. As we have seen in this chapter, a technology severed from ethics will not easily be able to limit its own power.

Last update
June 29, 2015

-in the crises- may seem to point to the contrary.
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